Canto a Dios (Chucho Valdés)
Hay momentos en los que a uno sólo le queda encomendar su alma al Supremo Hacedor; son aquellos en los que el cuerpo o la vida son materia de juego y distracción para el Sumo Deshacedor, ese que manifiesta su capricho en forma de terremoto, tsunami, huracán o cambio de parrilla (snif!).
Fue algo así, en particular el devastador huracán Katrina, lo que inspiró a nuestro invitado estrella de esta tarde -que no es otro que el pianista cubano Chucho Valdés- su último trabajo: Canto a Dios. Un ruego al altísimo para que un desastre natural de estas características no se repita, y una oportunidad única para homenajear a Nueva Orleáns como cuna del jazz, y desde allí a las raíces africanas que acabaron por germinar musicalmente en el Nuevo Mundo (eso sí, regadas por las lágrimas y la sangre de los esclavos).
Lo único bueno que le veo a un huracán es que tras su paso hay que reconstruir todo de nuevo, y eso nos da la oportunidad de corregir viejos errores, terminar con mimo aquello que un día se improvisó… quizás por ello Chucho Valdés se lanza en esta ocasión a revisar temas de su repertorio pero elevándolos a la sonoridad que aporta la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba dirigida por su amigo Tony Taño.
Cinco temas –Claudia, Nanú, La tormenta y la calma, Canto a Dios y Tributo a África (Shaka Zulu) – componen esta obra iluminada, a medio camino entre el misticismo y el delirio ahumado de los viejos clubes, entre el clasicismo y la vanguardia jazzera. Algunos de ellos ya fueron agraciados con un Grammy; tienen ángel. Se presentan entre nubes, como aquello que llaman un “rompimiento de gloria”, y dejan el cuerpo, tras la escucha, en un gustoso estado de beatitud.
Demos gracias a ese señor alto y amable.
Fue algo así, en particular el devastador huracán Katrina, lo que inspiró a nuestro invitado estrella de esta tarde -que no es otro que el pianista cubano Chucho Valdés- su último trabajo: Canto a Dios. Un ruego al altísimo para que un desastre natural de estas características no se repita, y una oportunidad única para homenajear a Nueva Orleáns como cuna del jazz, y desde allí a las raíces africanas que acabaron por germinar musicalmente en el Nuevo Mundo (eso sí, regadas por las lágrimas y la sangre de los esclavos).
Lo único bueno que le veo a un huracán es que tras su paso hay que reconstruir todo de nuevo, y eso nos da la oportunidad de corregir viejos errores, terminar con mimo aquello que un día se improvisó… quizás por ello Chucho Valdés se lanza en esta ocasión a revisar temas de su repertorio pero elevándolos a la sonoridad que aporta la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba dirigida por su amigo Tony Taño.
Cinco temas –Claudia, Nanú, La tormenta y la calma, Canto a Dios y Tributo a África (Shaka Zulu) – componen esta obra iluminada, a medio camino entre el misticismo y el delirio ahumado de los viejos clubes, entre el clasicismo y la vanguardia jazzera. Algunos de ellos ya fueron agraciados con un Grammy; tienen ángel. Se presentan entre nubes, como aquello que llaman un “rompimiento de gloria”, y dejan el cuerpo, tras la escucha, en un gustoso estado de beatitud.
Demos gracias a ese señor alto y amable.
Gracias a Chucho Valdés.